La magia cumplió un rol importantísimo en la historia de la civilización humana: intentó explicar con coherencia todos los interrogantes de las sociedades primitivas sobre el origen del universo, leyes cósmicas y la relación entre las fuerzas concretas e invisibles de la Naturaleza. En definitiva los preceptos mágicos constituyeron las primeras reflexiones que concibieron al hombre como parte de un universo armónico e interrelacionado, antes de la aparición de las religiones, las corrientes filosóficas y, por supuesto, de la ciencia. Si reflexionamos sobre el propósito de las investigaciones científicas, ya sea en el campo de la química, la medicina u otras disciplinas, encontramos que lo que se intenta conocer es la organización íntima de la Naturaleza. La magia comparte estos objetivos con la ciencia y ambas coinciden en describir leyes de causa y efecto para explicar todos los sucesos del mundo circundante. Pero mientras el método científico enuncia sus postulados en base a lo percibido a través de los sentidos, la experimentación, y la inducción lógica, la magia sostiene que además de nuestra realidad concreta, existen otros planos de existencia que rigen los sucesos. Para acceder a estos planos y conocer las causas primeras, la magia recurre a la meditación, la contemplación, el éxtasis místico, las percepciones extra-sensoriales y las enseñanzas religiosas o cabalísticas. El pensamiento científico ha desplazado hoy los conocimientos mágicos pero no debemos olvidar que en la antigüedad los hechiceros eran médicos y consejeros espirituales. De alguna manera cumplían el rol que actualmente desarrollan los psicólogos o los sacerdotes porque ayudaban a la gente a superar el temor al futuro, a las imprevistos y a los fenómenos sobrenaturales. Y en ese sentido los antiguos conocimientos mágicos fueron los “padres” de muchas de las ciencias reconocidas actualmente.
Danubis
